lunes, 17 de diciembre de 2018

El nombre del Canyamelar

EL NOMBRE DEL CANYAMELAR
Por  Toni Sanchis

Cabanyal, Canyamelar y Cap de França son tres nombres que, junto con Beteró, Malva-rosa, Grau y Natzaret, forman el distrito de los poblados marítimos. Pero durante el siglo XIX, de 1836 a 1897, contando como primer alcalde con Francisco Cubells, Cabanyal, Canyamelar y Cap de França formaron un único pueblo, con el nombre unitario de Poble Nou de la Mar, con plena autonomía municipal, y conocido en su conjunto como Cabanyal. Pero, en 1897, Poble Nou de la Mar perdió su autonomía municipal y fue anexionado a València.

Es fácil deducir que el nombre del Cabanyal le proviene de las innumerables barracas (chozas o cabañas) que constituían las viviendas más usuales.

Lo que no está tan claro es el origen indiscutible del nombre del Canyamelar, pero vamos a detenernos un poco para dar algunas pistas que nos aproximen a ese origen. El famoso cronista de la ciudad de Valencia, Vicente Boix, dice en su obra Valencia histórica y topográfica que el nombre procede de la palabra canyamel, o caña de azúcar, que durante una larga época se cultivaba allí. Esa afirmación tan sugerente no está demostrada al cien por cien porque en la zona no se han encontrado restos de ese cultivo, ni en los archivos hay indicios del comercio de esa caña de azúcar, cuyo cultivo estaba desarrollado en la comarca de la Safor y no en la ciudad de Valencia. Quizá se tratara de un cultivo esporádico y de poca importancia, señalando posibles cañares que crecían a lo largo de las acequias y tuvieran una difusión muy limitada.

De todos modos, esa primera afirmación de Vicente Boix es la que más parece acercarse a la realidad, y está ampliada en una obra suya bastante desconocida, que ha sacado a la luz el arquitecto Tato Herrero; se trata de la novela OMM-AL-KIAM o La expulsión de los moriscos, en la que desarrolla la idea. Éste es su texto:

[Desde el Rihuet] “y hasta la orilla de la otra acequia denominada de Gasch o de Gas, se extendían magníficas plantaciones de caña de azúcar, semejantes a las de la huerta de Gandía, a cuyo cultivo se dedicaban los moriscos, si bien perdió mucho su valor desde el descubrimiento de la América. Desde la acequia de Gas hasta un punto quo, por su apartada extremidad, recibió el nombre de Cabo de Francia (Cap de França), habitaba una gran población morisca dedicada al cultivo de las cañas, que desde antiguo constituía el patrimonio de numerosas familias.”

“La sección de las plantaciones conserva el nombre de Cañamelar, o tierra de cañas dulces (cañamel, en valenciano), y la segunda de las chozas el de Cabañal.”

Digamos, para redondear este artículo, que la barriada del Cap de França recibe ahora el nombre de Llamosí, nombre debido a Juan Bautista Llamosí, constructor que la urbanizó, según consta en las Actas del Ayuntamiento del 20 de mayo de 1885: “De conformidad con el dictamen de la comisión de Alineaciones se acordó aprobar definitivamente el proyecto de urbanización presentado por Don Juan Bta. Llamosí, de los terrenos que posee junto a la ermita de Nuestra Sra. de los Ángeles del Pueblo Nuevo del Mar”.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Pepica la Pilona


PEPICA LA PILONA
por José Vilaseca

Como ustedes sabrán, algunos lugares del mundo son más conocidos por el personaje que protagoniza su dicho popular o su hazaña particular: la corrala de la Pacheca, en la calle Príncipe de Madrid, ser més gos que el Negre Lloma en Alicante, o ser más feo que Picio, famoso vecino de la granadina villa de Alhendín.

Así que no les debe extrañar que si me atrevo a destacar, por encima de los demás, a un habitante de nuestros Poblados Marítimos, que haya trascendido más allá de las generaciones, esta sea Pepica La Pilona.

De vivir hoy, quién sabe si sería protagonista de memes, de vídeos virales o de cualquier otro trampantojo tecnológico. Su aspecto (ropajes ajados y oscuros, bolso inmenso a lo Mary Poppins, pelo estirado, tenso y recogido en un moño, ojos pequeños pero vivísimos), la haría parecer gótica, y su afición por el cine (era cliente habitual del Merp y del Imperial, donde se recuerdan sus combates victoriosos contra bocadillos pantagruélicos, sus conversaciones en voz alta con la pantalla o sus sonoras ventosidades y eructos), seguramente la situarían entre los hipsters del siglo XXI.

Pero, claro, ella vivió durante tres cuartas partes del siglo XX, y nuestras madres y abuelas, que tan bien la conocían, no eran amigas de moderneces. Mantenían con ella una relación ambivalente, entre lo entrañable y lo grimoso, si me permiten el "palabro"; tan pronto alababan su espontaneidad como censuraban su higiene y, si por casualidad recibías en la frente o en el pelo uno de sus inocentes y sonoros besos, acababas siendo sometido a una escrupulosa investigación de zoonosis. Solo por si acaso.

Antes de que nadie inventara aquello de "persona en riesgo de exclusión social", Pepica personificó con enorme dignidad la imagen de la pobre de necesidad y por necesidad. Se la veía pedir aquí y allá, a veces para ella, otras para los leprosos de Fontilles, en Alicante (la que se consideró última leprosería del mundo occidental). Cuentan que, fruto de un abuso, tuvo que dar a un hijo en adopción, quizá temerosa de que tuviera que acompañarla en su aciaga vida. Pero, a pesar de que sus días se escribieron más en el claroscuro de la Posguerra que en el todo color de la Transición, su espíritu libre y su lengua afilada son recordados en cada rincón de la Malvarrosa, el Cabañal y el Cañamelar, como una leyenda viva de nuestros barrios marineros.

FUENTES:
* La Malvarosa en blanc y negre (http://lamalva-rosaenblancinegre.blogspot.com/)
* Podría ser peor (https://letaqui.wordpress.com)