LOS BALNEARIOS FLOTANTES DE LA PLAYA
Por Rafa Solaz
Las tradicionales y populares barraquetes de nadar no estaban bien consideradas. En las guías
apenas aparecen citadas, sólo alguna referencia a sus playas. Será a partir del
último tercio del siglo XIX cuando esta zona resurja y se empiece a publicitar
debido a la aparición de los balnearios flotantes.
Éstos entraron directamente en competencia con las
humildes barracas de baños por ser una mejora y comodidad de los servicios que
ofrecían las tradicionales barraquetes.
Incluso hubo una campaña de acoso y derribo en el periódico La Opinión contra ellas calificándolas
de “miserables barracas”, y en favor de los balnearios que “para las personas
amigas de la cultura y el decoro, felizmente se había construido un
establecimiento donde bañarse con decencia”. Se instalaron en la dársena del
puerto, a la izquierda de la Escalera Real.
La primera noticia de estos “lujosos” balnearios
data de verano del año 1863 en que se inauguraron los Baños La Florida, obra
del arquitecto Sebastián Monleón y decorado con paneles pintados por los
hermanos Alós. Tal fue el acontecimiento, que se habilitó un servicio
extraordinario de trenes y tartanas para los desplazamientos desde la ciudad.
Disponía de una gran piscina, cuartos particulares con bañera de zinc para
tomar agua caliente o fría, y cuartos familiares hasta para seis personas.
Disponía de un comedor con capacidad para 300 comensales y la toma de baños en
su establecimiento era recomendada contra el reumatismo y la obesidad. Fue
reinaugurado en 1910 por sus nuevos propietarios, los Sres. Requena y García.
Baños La Florida (1863). Fuente: Antonio Sanchis: Historia del Grau
También se tiene conocimiento de la existencia de
los Baños La Estrella, con un público más popular que el distinguido de La Florida, e instalado donde
anteriormente estuvo La Rosa del Turia.
Otro balneario flotante que destacó fueron los Baños La Perla, que se
inauguraron en 1893 y tuvo varias ubicaciones hasta que se quedó
definitivamente en donde hoy está el Club Náutico.
Poco antes, habían aparecido los merenderos en la
playa del Cabanyal, como el de Las Arenas. Debido a su visión de
empresa, su director Antonio Zarranz lo transformó a finales de siglo en
balneario con los pabellones de corte clásico. En el año 1925, se le encargó al
reconocido carpintero y artista fallero Carlos Cortina la construcción del
pabellón flotante, que era montado y desmontado cada temporada. Tenía vallas de
tablones a ambos lados y estaba construido en forma de cruz, anclado dentro del
mar, y pintado en blanco y azul. Eran conocidos sus conciertos de zarzuelas y
valses interpretados por violinistas.
Solaz
Albert, Rafael (2006): El Marítim. Paseo
costumbrista a través de antiguas tarjetas postales.