lunes, 17 de septiembre de 2018

Los Balnearios flotantes de la playa


LOS BALNEARIOS FLOTANTES DE LA PLAYA
Por Rafa Solaz

Las tradicionales y populares barraquetes de nadar no estaban bien consideradas. En las guías apenas aparecen citadas, sólo alguna referencia a sus playas. Será a partir del último tercio del siglo XIX cuando esta zona resurja y se empiece a publicitar debido a la aparición de los balnearios flotantes.

Éstos entraron directamente en competencia con las humildes barracas de baños por ser una mejora y comodidad de los servicios que ofrecían las tradicionales barraquetes. Incluso hubo una campaña de acoso y derribo en el periódico La Opinión contra ellas calificándolas de “miserables barracas”, y en favor de los balnearios que “para las personas amigas de la cultura y el decoro, felizmente se había construido un establecimiento donde bañarse con decencia”. Se instalaron en la dársena del puerto, a la izquierda de la Escalera Real.

La primera noticia de estos “lujosos” balnearios data de verano del año 1863 en que se inauguraron los Baños La Florida, obra del arquitecto Sebastián Monleón y decorado con paneles pintados por los hermanos Alós. Tal fue el acontecimiento, que se habilitó un servicio extraordinario de trenes y tartanas para los desplazamientos desde la ciudad. Disponía de una gran piscina, cuartos particulares con bañera de zinc para tomar agua caliente o fría, y cuartos familiares hasta para seis personas. Disponía de un comedor con capacidad para 300 comensales y la toma de baños en su establecimiento era recomendada contra el reumatismo y la obesidad. Fue reinaugurado en 1910 por sus nuevos propietarios, los Sres. Requena y García.

Baños La Florida (1863). Fuente: Antonio Sanchis: Historia del Grau


También se tiene conocimiento de la existencia de los Baños La Estrella, con un público más popular que el distinguido de La Florida, e instalado donde anteriormente estuvo La Rosa del Turia. Otro balneario flotante que destacó fueron los Baños La Perla, que se inauguraron en 1893 y tuvo varias ubicaciones hasta que se quedó definitivamente en donde hoy está el Club Náutico.

Poco antes, habían aparecido los merenderos en la playa del Cabanyal, como el de Las Arenas. Debido a su visión de empresa, su director Antonio Zarranz lo transformó a finales de siglo en balneario con los pabellones de corte clásico. En el año 1925, se le encargó al reconocido carpintero y artista fallero Carlos Cortina la construcción del pabellón flotante, que era montado y desmontado cada temporada. Tenía vallas de tablones a ambos lados y estaba construido en forma de cruz, anclado dentro del mar, y pintado en blanco y azul. Eran conocidos sus conciertos de zarzuelas y valses interpretados por violinistas.

Solaz Albert, Rafael (2006): El Marítim. Paseo costumbrista a través de antiguas tarjetas postales.