L’ESTORETA VELLETA (origen)
por Javier
Mozas
Los juegos en la calle
eran el principal modo de sociabilización que tenían los niños en los siglos
XVIII y XIX. Éste era su espacio natural para poder aprender y divertirse. La
escuela aún no era un derecho generalizado. En sus juegos, a veces los chavales
acompañaban con canciones, la mayoría combinando pocas notas y sencillas.
La tradición infantil
de ‘l’Estoreta Velleta’ no tiene una
fecha de comienzo. Se sabe que las fallas tenían una base de madera sobre la
que se situaban los ninots, y en su interior se almacenaban todo tipo de
trastos viejos, muebles rotos, y otro tipo de utensilios que hacían de
combustible para la cremà de la
falla.
Tramoyeres Blasco es el
primer autor literario que lanza la idea que “Las fallas fueron, sin duda, en sus comienzos, diversión propia de
niños, y se reducían a un montón de esteras viejas, sillas rotas y mesas
perni-quebradas, desgarbado pedestal que sostenía a un monigote”. Esta idea fue reiterada por autores posteriores.
Las primeras
informaciones sobre la participación de los chiquillos recogiendo trastos
viejos nos llegan de la prensa de mediados del siglo XIX. El alcalde Francisco
Brotons publicó un bando en marzo de 1862 prohibiendo “que
persona alguna pueda encender hogueras de cualquier clase que sean sobre el embaldosado
o empedrado de las calles y plazas. Los padres, abuelos, tíos o tutores de los
muchachos que contravengan a esta disposición, serán responsables ante la
autoridad de las faltas que aquellos cometan.”.
Los grupos, patrullas o cuadrillas no serían
más de 6 u 8 niños. A veces no eran bien vistos que fueran por las calles
cantando a gritos su tradicional Cant de
l’Estoreta, como se ve por la recopilación de calificativos que le dedicó
la prensa de la época: “Incendiarios de la plebe infantil”, “turba de
chiquillos”, “rapazuelos”, “energúmenos”…
Grabado que muestra l'Estoreta Velleta en el siglo XIX
Parece ser que la Estoreta Velleta se realizaba en la
segunda semana de marzo, pasando a realizarse en la primera semana de ese mes
hacia finales de siglo, y desde principios del siglo XX era ya normal que los
chiquillos estuvieran recogiendo trastos y muebles por las calles de su barrio
casi un mes antes de las Fallas. Portaban una pequeña alfombra —estora en valenciano— donde poner encima
lo recogido e ir arrastrándolo por las calles hasta que anochecía y guardaban
el botín en la tienda de alguno de los padres.
La prensa de la época
hizo una persecución de esta actividad considerándola impropia de una ciudad
culta, debido a los constantes gritos o cantos en voz alta que proferían, así
como el polvo levantado con el arrastre de sus esteras, y que seguro derribaría
a algún transeúnte o espantaría a más de un caballo.
Parece que fue a
finales del siglo XIX cuando comienza el declive de esta tradición infantil, ya
que en la prensa apenas aparecen referencias a este acto, tampoco se habla casi
de hogueras, y comienzan a aparecer las primeras referencias a fallas
infantiles. Miquel Durán en un artículo publicado en la revista El Buñol en 1934 dice que aún se practicaba
hasta hace pocos años. Y el pasodoble El
Fallero que el maestro Serrano compuso en 1928 con letra de Maximiliano
Thous recoge esta tradición.
El Cant de l’Estoreta es una tonadilla sencilla en su forma, ya que
era semirrecitada y compuesta de versos monorrítmicos que imitan de manera primitiva
la estructura de las aucas.
“Per
ací hi ha una estoreta velleta
per a la falla de Sant Josep,
El tio Pep?
Mes que seguisca la tapadora del comú
número u?”
Para ampliar más sobre esta antigua tradición:
Mozas Hernando,
Javier; Castelló Lli, Joan (2012): El
Cant de l’Estoreta: pròlec musical a la festa de les Falles. Artículo
publicado al llibret de la Falla Sant Roc (Torrent).
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