El
chalet de Blasco Ibáñez
por Antonio Sanchis
Además
de su exuberante obra literaria, Blasco Ibáñez representa en Valencia la lucha
por la República, a la que intentó cimentar atacando de frente las ideas asentadas
sobre los dos pilares monolíticos "de toda la vida": monarquía y
catolicismo.
Perteneciendo
ya desde muy joven al Partido de Pi y Margall, una de sus primeras actuaciones
es su intervención como orador en un mitin federal celebrado en un casino
republicano de Vilanova del Grau, quedando allí definitivamente enrolado para
actuaciones posteriores.
Con
el tiempo, Blasco consolida su ideario basándose en El Pueblo, en cuya redacción trabaja noche y día, y en la que
redacta Arroz y Tartana y Flor de Mayo.,
A
Blasco le gustaba la playa, aunque no por sus aspectos lúdicos o turísticos,
sino precisamente por lo contrario: lo que Blasco buscaba en la Malva-rosa era
la soledad, la tranquilidad para descansar y para crear. En su tiempo,
para
"llegar hasta allí, después de dejar
el trenet en la estación de la Cadena, debe caminarse fatigosamente alrededor
de un kilómetro sobre arenales o bien por la orilla del mar. Este alejamiento
le parece suficiente a Blasco para adquirir la soledad que apetece".
Es
por la zona donde pudo organizar alguna comida de fraternidad, ofreciendo a
literatos amigos una espléndida paella a la que acudió doña Emilia Pardo Bazán.
Algunos
veranos ya había alquilado un chalet en la zona, pero en 1902 consigue ver
cumplido uno de sus sueños: el chalet de la Malva-rosa, desde el que, en la
distancia, podía oírse la campana del lejano hospital de San Juan de Dios.
Es
de resaltar la alegría que tuvieron Blasco y Sorolla, que prácticamente se
consideraban hermanos, al encontrarse en la playa, dedicados a reflejar la vida
marinera de la época, uno con su pluma y otro con sus pinceles.
Es
en esta época, concretamente en la campaña para las municipales de 1901, cuando
Blasco plasma en su programa una de sus principales ideas urbanísticas:
Es
conveniente llevar a cabo el proyecto del boulevard desde el antiguo jardín del
Real a los poblados marítimos. Valencia tendrá un nuevo paseo, una verdadera
calle moderna, semejante a la Avenida del Parque de Bolonia en París, o la
Castellana de Madrid, y la parte más extrema del Cabañal se uniría a la ciudad
por un camino más corto.
Azulejo original del antiguo chalet de Blasco Ibáñez
Como
parece ser inevitable en los politiqueos, los enemigos de Blasco se ceban
contra él, calificándole como el Sultán
de la Malvarrosa.
Ante
esto, Blasco adopta una decisión muy propia de su carácter: abrir a todos los
visitantes las puertas del chalet, para que pudiesen ver la auténtica realidad
con sus propios ojos. Las visitas reaccionaban de distinto modo según su
filiación política. Las gentes del partido que acudían saciaban su pasión por
Blasco echándose en las camas y revolcándose en sábanas y mantas... Los
visitantes enemigos subían sobre la gran mesa de mármol de la galería y se
marcaban un zapateado.
El
caso es que Blasco sale herido tras una serie de combates políticos,
emprendiendo la aventura de Argentina y de Norteamérica, pretendiendo incluso deshacerse
de todo cuanto le ligue materialmente a Valencia; incluso del chalet de la
playa. Pero María, su esposa, se opone:
-
"¡No! ¡La casa frente al mar, no! ¡La Malva-rosa, no!", con un grito
que no era una súplica, sino una decisión formal de la que todavía mantenía la
propiedad el chalet.
Y
mientras Blasco, desterrado republicano, centra su vida en Francia, María sigue
viviendo en la Malva-rosa, haciendo amistad con los fundadores de La Carmela y viendo cómo a toda esa
primera línea de playa se le asigna durante un tiempo el nombre de María
Blasco.
Luego,
ya se sabe, un nuevo régimen relega al ostracismo a Blasco y a todo lo
relacionado con él. Durante la guerra, su chalet sirve para albergar a niños
que huyen de los bombardeos de Madrid. Y con el triunfo de los que se sublevaron
contra la República, el chalet es incautado por el nuevo régimen y se usa como
Escuela de Flechas Navales.
Después
de unas largas peripecias, la lógica se impone y se restaura el chalet,
recuperando así el legado de nuestro más emblemático literato y político.
BIBLIOGRAFÍA A CONSULTAR:
SANCHIS PALLARÉS, Antonio: Historia de la Malvarrosa (nacida del agua). Ayuntamiento de Valencia, 1994.